martes, 16 de mayo de 2017

TRES AÑOS EN LA SECCIÓN

Hemos recibido esta nota de Javier, un padre de algunos de nuestros jugadores. Leer cosas como esta nos indica que vamos por el buen camino y nos da ánimos para seguir trabajando más y mejor ¡Gracias!

No es habitual que un padre escriba aquí y menos aún que no sea para escribir la crónica de un partido. Por eso quiero empezar agradeciendo la oportunidad que me han dado.

Hace ya tres años que mis hijos llegaron al colegio y en cada año, uno de ellos se ha ido incorporando a un equipo de la sección. Esta temporada han jugado uno en preinfantil, otro en alevín y el peque ha comenzado con el prebenjamín.

Esto ha supuesto una serie de cambios importantes en la vida de la familia. Todos los días de la semana tenemos entrenamiento, todos los fines de semana tenemos como mínimo dos partidos, llevamos recorrida media comunidad de Madrid y por supuesto, lo de dormir un poco más los fines de semana se acabó porque cuando no se madruga con uno se hace con otro. Pero que quede claro, para mí sarna con gusto no pica…

En estos tres años, he podido ver mucho baloncesto, buenos partidos y otros no tan buenos, infinidad de jugadores, entrenadores, árbitros… pero también y siempre desde la óptica de un padre, he visto otras muchas cosas, cosas que van más allá del deporte y que me parece importante contar.

He visto sobre todo niños felices: cuando salen de entrenar, cuando ganan y también cuando pierden, que se cansan, que aprenden a convivir, a compartir, a trabajar en equipo, en definitiva, niños que disfrutan jugando al baloncesto.

He visto entrenadores que les enseñan a jugar, que se hacen respetar, que son su referente y que se preocupan por ellos, que te ofrecen su ayuda si se enteran de algún problema, que gestionan tanto el talento como ritmo de aprendizaje, que tutelan y que, quizá sin darse cuenta, les enseñan valores. Un entrenador enseña autoridad a los niños cuando se deja ganar un partido solo para hacerles ver quién manda y lo que pasa cuando no se cumplen sus instrucciones. A veces un niño asimila mucho más de una derrota que de una holgada victoria.

Un niño aprende nobleza de un entrenador cuando le obliga a disculparse tras una acción fea o cuando le enseña que hay veces en las que es más importante ayudar a levantarse a un rival que continuar una jugada.

Un entrenador educa a los niños en respeto cuando les pone a esperar en el propio campo al otro equipo si van ganando de mucha diferencia en lugar de dedicarse a machacarlo.

Un entrenador educa en lo correcto cuando no enseña marrullerías del juego a los niños porque como oí de decir una vez a uno, por desgracia es la vida la que te va enseñando las picardías.

Y sobre todo, un entrenador enseña deportividad cuando justo después del pitido final de un partido, pone a todos sus jugadores en fila y él mismo se pone el último, para saludar al otro equipo porque si algo deben tener claro es que solo es un juego y que igual que unas veces se gana otras se pierde.

Pero si hay un sitio donde de verdad un niño aprende creo que es en los entrenamientos. Aprenden que deben asistir con respeto al resto de sus compañeros y al propio entrenador, que sin esfuerzo no se consigue nada, que el acierto se logra de la práctica y la repetición y que si quieren mejorar su juego deben entrenar, entrenar y entrenar. Bien dicen siempre los entrenadores que se juega como se entrena.

Yo siempre he pensado que en cierta manera el baloncesto es una escuela de vida. Aprendes a superarte, a esforzarte, a trabajar el conflicto, a gestionar el fracaso, a respetar, a ganar y a perder, a ayudar al que lo necesita, a hacerte humilde, aprendes a hacer equipo. Por todas estas razones son por las que para mí la sección de baloncesto forma parte de la educación integral de mis hijos porque no solo hacen deporte, les enseñan a jugar al baloncesto y desarrollan sus habilidades, sino que además les enseñan a ser mejores personas y por eso ya no concibo un fin de semana sin partidos ni solo día sin ir al polideportivo a llevar o a recoger alguno de mis hijos. Me siento muy orgulloso de formar parte de la gran familia del baloncesto Amorós.

Hasta aquí esta humilde reflexión. Si ha servido para convencer a alguien a apuntarse a la sección quiero decir una última cosa: es absolutamente adictivo, te engancha, te atrapa y cuando te quieres dar cuenta ya no puedes pasar sin el baloncesto. El que avisa no es traidor…

¡Alé Amorós!

Síguenos en las redes sociales      

No hay comentarios:

Publicar un comentario